Su narración y sus obras pueden caer en lo esotérico, pero aún así basta con apreciar los valores fidedignos en la pristina fotografía, el desafiante scouting, el amplio espectro musical y, desde luego, la hipnótica y maestral danza de la compañía. No hace falta haber conocido a Pina Bausch o saber bailar (bienvenido al club), esto es un tributo universal. Hasta que llegue a los cines locales, el 3D está por juzgar, pero esto sería algo excepcional.
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