Larraín no sólo regresa a sus sobrias y frías oscuridades, sino que lo hace con sus personajes mejores estudiados, de una franqueza muy cortopunzante escondida tras fachadas; perdidos en los matices entre la inocencia y la culpa. Entre potentes entrevistas uno a uno, y la soledad de su vivir día a día, siempre alude atrapantemente a un secreto a voces.
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