Está casi en el medio: no es muy deprimente porque es muy breve con sus tragedias, ni muy romántica porque es muy casual con el amor, y ante el optimismo se recupera velozmente. Es un capítulo gris que evita la redundancia, prefiriendo el rico contraste entre Cotillard y Schoenaerts, aunque sí, ellos brillan mejor solos que acompañados.
*** 1/2