Una belleza espeluznante a base de papel maché, pintura, y masking tape brotada de un pacto oscuro entre Cunningham y Gondry; pero bien fascinada consigo misma. La técnica hipnotiza, pero honestamente esta es una historia de 30 minutos que se cuenta en 72. La ineficiencia del estilo se lega al guión, pero ello no afecta a sus terroríficas metáforas del vivir en un culto.
★★ ½