Chbosky debería hacer películas así por el resto de su vida, que estos frutos son atesorables para la juventud. Sorpresiva y melancólica en sus aristas; la forma en que elude la unidimensionalidad del género escolar conmueve, realmente; y una vez más lo promisorio que es Jacob Tremblay se evidencia. Cuenta con una seguidilla de finales falsos, eso sí: insiste en sus ideas hasta el suave tedio.
★★★★