De su caótico segundo acto brotan los mayores impactos, pero su protocolar y emocionalmente frío comienzo y descenlace pasteurizan la narrativa, sin presentar mayores suspensos o dudas sin resolver; y como las vacunas, con una vez basta y sobra. Aún así, hay ciertas fortalezas en su apego al realismo - en especial en su hepática paleta de colores en lente y maquillaje.
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