Su introducción, tan aterrizada que es, se siente bastante lenta en comparación al resto de la película, que es más o menos una fusión entre Amélie y Speed Racer. Sin embargo, incluso si su surreal narrativa no le deja mucho a la intimidad actoral, es tan flexible y bipolar que logra ir desde un muy caricaturesco acto intermedio hasta una muy emotiva e inevitablemente triste conclusión. Ad-hoc con el protagonista, el arte y la música son la razón de ser aquí.
*** 1/2