Alguien debería llamar a Zvyagintsev y preguntarle si está bien. Con espíritus tan desalmados, fríos, e impacientes, esto es una depresión que te va a nublar el más soleado de tus días. La idea aterroriza tanto como entumece: como crítica a la sociedad rusa es visceral, pero el todo es monótono y gris; incluso si sus particularidades fotográficas, musicales, y actorales son bien ricas.
★★★ ½