Una mejor Emoji Movie, pero sigue siendo Emoji Movie. Con una premisa que no envejecerá bien (Rickrolls en pleno 2018...), y siendo tan agresiva con las publicidades y cameos a tal punto que pudo haber sido sobre KidZania, se siente emocionalmente estéril y de mínimos riesgos. Pero hey, ¡las princesas! Su escena (una, singular) es fácil la mejor, por lo menos.
Irremediablemente cursi y desentonada; un caos como la vida misma. Comienza trizando la cuarta pared, sobrereferenciando al mundo pop, pasándola bien con la edición (aunque 20 años se sienten como una semana); pero súbitamente da con un drama cebolliento para gradualmente filosofar con más sentimentalismo que inteligencia. Costa y Banderas destacan por sobre la película.
Una belleza espeluznante a base de papel maché, pintura, y masking tape brotada de un pacto oscuro entre Cunningham y Gondry; pero bien fascinada consigo misma. La técnica hipnotiza, pero honestamente esta es una historia de 30 minutos que se cuenta en 72. La ineficiencia del estilo se lega al guión, pero ello no afecta a sus terroríficas metáforas del vivir en un culto.
En un punto algo incómodo entre entre el reboot y la secuela. Reinventa su poco, pero siempre dentro de su zona de seguridad. Jamie Lee Curtis está notable en la evolución de su rol más icónico, brindando una sed de sangre tan compleja como comprensible; pero fuera de ello es más de lo mismo, con sus muertes al por mayor de personajes irrelevantes de impacto decreciente.
Spoiler: En la película, Queen defiende sus ambiciones artísticas; pero esto no podría ser más ceñido a la fórmula. Un compilado de Greatest Hits de guión: mínima cohesión narrativa, sólo las conocidas y a mil por hora. Malek destaca, pero al aferrarse a una caricatura no añade nada al mito de Mercury. Y sí, el final eriza los pelos, pero teniendo el real, ¿para qué?
Universalmente cautivadora e inspiradora -- un bálsamo. No hace falta saber de Mr. Rogers, que sea como sea estos tiempos exigen empatía y diálogo, y este doc muestra el sutil coraje de hacerlo por y para los más chicos. Con contemporaneidad, tiernas animaciones, y un propósito emocional, presenta a un hombre y su labor con una gentil fuerza terapeútica.
