Con una emotividad palpable y una cálida química, aunque con la cabeza poco clara. No se preocupa en ir a algún lado, ni tampoco piensa mucho en sus acciones, pero brilla en la compañía: roces amistosos con Viola Davis, fraternales con Jess Weixler, introspectivos con William Hurt; apasionados con James McAvoy.
Un fascinante personaje para estudiar, pero nunca abordado tan profundamente como uno quisiera: las fotografías son muy potentes, pero sin mucho más que decirle fuera de la admiración; y la fotógrafa en sí... lo mismo, pero lo que alcanza a decir es inevitablemente abrumador en su negatividad. Una ligera curiosidad de un oscuro humor.
Esta sí que la respeto mucho más de lo que me gusta, porque en realidad la odié. Por un lado, las actuaciones, la puesta en escena, y su ambiente está todo muy bien logrado, pero por otro, vaya que estos personajes me son intragables: unidimensionalmente ruidosos, incapaces, o simplemente detestables. Y bueh... nada especial la historia.
Sigh. De que es importante, lo es, pero esto es mortalmente fome. Esto no es un documental: esto es apenas una evidencia de que alguien contactó a Snowden. Cero edición y narrativa. Vaya que le faltó un Alex Gibney o un Morgan Spurlock al proyecto -- sí, habría salido más como un videoclip, pero al lo menos le habrían inyectado vida y propósito.
Los Dardennes y su hipernaturalismo -- sin lujos, pero por ello siempre muy humanos. Puede que exagere a ratos, y puede que a fin de cuentas el filme sea sólo una misma pregunta repetida varias veces sólo para respuestas binarias, pero sea como sea, sus alcances emocionales son muy legítimos. Cotillard, excelente en su desesperación.
Más anestésica que estupefaciente. Innecesariamente complicada, de momentos que ocurren dentro de otros momentos sin apuntar a algo interesante en concreto. Y lo peor de todo es que nadie aquí está haciendo un mal trabajo: es simplemente una mala película de detectives, y una mala película de stoners. Un flojo desperdicio de talento
