Teniendo un limbo geográfico como perpetuo paisaje, nomás basta con detenerse a preguntar por direcciones para invitar a los conflictos por orgullo, bienestar, y la convivencia con los enemigos, que en la punta del cerro, quién hace la diferencia, pues. El complementario reparto funciona en su disfunción, con la fotografía de la nada y los ruidos de caravana como banda sonora intangible actuando como si fuesen personajes omnipotentes.
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Sin reinventar la rueda narrativa sobre la segregación racial, los personajes mayormente obvios se relatan de principio a fin tal cual como uno esperaría - pero gracias al espléndido y carismático trabajo del elenco es un sorpresivo goze, con orgánicos turnos cómicos y dramáticos, y lacrimógenas pero genuinas resoluciones. ¿Mejor actriz?, nah, mejores actrices: un empate entre Viola Davis y Jessica Chastain. Muy recomendable.
**** 1/2
Una historia de padre e hijo como detectives callejeros, que recuerda el cómo las tragedias unen a las familias, por más tragedias que sean. Sus díalogos pueden estar un poco rellenos y saborizados, pero no son nada que perjudique a las sólidas y progresivas interpretaciones de Bichir y Julián, la localizada y flexible música de Desplat, su terrestre cinematografía de constante pasajero, y en especial, sus loables e íntegros valores humanos.
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La dulzura cachorra del primer amor justifica muchas irresponsabilidades, pero la cual arranca su historia causa cierta división, tratándose de un caso muy evidente del "qué harías tú ahí". Algunos verán en ellos pasión y paciencia en los dos lados del charco, y otros una serie de porqués sin resolver. Sean flexibles con los cabros para gozar mejor la historia, que nadie es perfecto, pues. ¿Blue Valentine light, quizás?
*** 1/2
Las merecidas pero redundantes alabanzas persisten - la atención al detalle en su animación y dirección de arte crean un universo tan completo pero minúsculo que esconden las principales falencias del guión, que como sus protagonistas, no va demasiado lejos, con personajes cayendo al desuso, o peor aún, en la inverosímil crueldad; pero al menos la película cuenta bastante riqueza visual para amar aquí para compensar. Estándar de Ghibli.
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Su narración y sus obras pueden caer en lo esotérico, pero aún así basta con apreciar los valores fidedignos en la pristina fotografía, el desafiante scouting, el amplio espectro musical y, desde luego, la hipnótica y maestral danza de la compañía. No hace falta haber conocido a Pina Bausch o saber bailar (bienvenido al club), esto es un tributo universal. Hasta que llegue a los cines locales, el 3D está por juzgar, pero esto sería algo excepcional.
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Se agrieta ligeramente en un par de eventos y personajes de poca inspiración, pero la conexión emocional entre los protagonistas pasando por las etapas del duelo y la culpa juega sorprendentemente bien con lo que pudo haber sido una muy radical premisa celestial de ciencia ficción, que meramente cuenta con unas breves líneas de guión para detallarse y un efecto de sol de medianoche para manifestarse. Genial conclusión.
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