El "nos tenemos que ir" más largo de la historia se transforma en una traumática proyección de malcrianzas, y el consecuente dramón es tan bueno que se torna un placer culpable. Caótico, decadente y parcialmente inverosímil, actúa genial como un anuncio a favor del consumo responsable de alcohol. Los padres rankeados: Waltz, Foster, Reilly y Winslet. Pero la música, ¿cómo tienen a Desplat para tan poco?
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