A pesar de su suprema bipolaridad, es un buen retorno a las clásicas veraniegas. Una mitad muy nublada y fría, y otra muy soleada y risueña -- no da para un equilibrio balanceado, pero sí al menos proporcional, o al menos, uno que deja que Sam Rockwell se robe la película con su genuino carisma, entre tanto dramón amoroso y familiar.
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