Oh. My. God. Son tres horas de estar entre cagándose de la risa y con la mandíbula en el piso con tanta depravación y fortuna -- aunque sí, a ratos cae en la monotonía y está indudablemente larga, pero Leo DiCaprio ejerce tanto magnetismo y control físico (y un soprendente dote para el humor) que siempre te tiene algo bajo la manga.
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