Aquí es donde debería estar atento Adam Sandler: es ruidosa, es calentona, es imbécil, asquerosa y volada a más no poder... pero todo con un muy claro, estratégico propósito. Es una guerra atrincherada entre edades e identidades, con turnos para atacarse sin piedad donde más duele -- pero siempre seriamente autoconsciente de lo boludo del asunto.
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