Engancha, pero sin dudas es más deprimente que buena. Diane Kruger está sobresaliente en estas quebrantadoras facetas, pero el guión es un telefilm. Apunta más al procedimiento que a la profundidad, y nunca se desvía de su pompa fúnebre. A ratos te roba el aliento y a otros te hierve la sangre con furia; pero la triste monotonía es permanente, y por ende, previsible. Josh Homme, imperceptible.
★★★
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