Al estar dependiendo de MILFs imposibles, ñoños octagenarios e infinitos juegos con la palabra "tiempo", la mecánica de su universo no está del todo afinada; aunque gracias a su ritmo carpe diem la historia evita el tedio (pero ignoren los paralelismos a Wall Street). Y a pesar de que Seyfried cae en un instantáneo síndrome de Estocolmo ante Timberlake, ambos hacen una competente dupla de acción, más que de amor fugitivo.
*** 1/2
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