Woody Allen la pudo haber escrito mientras dormía, pero aún así se entretiene con lo silly y surreal que es. Los actores están todos en piloto automático y la película es tan dispersa que Roma es lo de menos aquí, pero las historias paralelas son tan gratas como un canapé: ligeras, fáciles de comer, y si te ofrecen, mejor sacar varias. Más divertida que genuinamente buena, pero divertida de todos modos.
*** 1/2
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