Su presentación in media res y la inexplicable causalidad de su protagonista ofrecen un comienzo algo torpe, pero una vez que las piezas están en su lugar, la confiada y autoconciente interpretación bipolar de Mel Gibson logra mantener a flote la película a través de sus cumbres caricaturescas y sus llanos tristes y solitarios. Olviden sus escándalos, al menos por hora y media.
*** 1/2
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