Chbosky debería hacer películas así por el resto de su vida, que estos frutos son atesorables para la juventud. Sorpresiva y melancólica en sus aristas; la forma en que elude la unidimensionalidad del género escolar conmueve, realmente; y una vez más lo promisorio que es Jacob Tremblay se evidencia. Cuenta con una seguidilla de finales falsos, eso sí: insiste en sus ideas hasta el suave tedio.
Por un lado, cómo decirle que no a Hugh Jackman en su hábitat natural; pero por otro, es una ejecución trillada y bien impar. Su cancionero es infeccioso y exhuberantemente producido; pero la variedad no es su fuerte, y esto es a tal punto que ni se molesta con la ópera cuando debe. Y bueno, el final es básicamente un apéndice corcheteado, también. Su CD, su clip de YouTube, y ya.
Más vale tarde que nunca: esta saga finalmente aceptó que nada es sacrosanto, y se abre a la relatividad moral. Con múltiples historias íntimas (y con un humor que hace pensar que un crossover con Marvel no sería tan raro), va construyendo un laberinto de grises que aún así es vibrante: el rojo Sith jamás había cautivado tanto, y el azul Jedi nunca fue tan solitario y frío.
Es perfectamente razonable decir que esto es mega pretencioso (... ¿ya terminó de comer Rooney Mara?) a tal punto que es casi injustificable (¿el cosplay más fácil del mundo?), pero su corazón es innegable: sin demasiado diálogo, se arma un poema romántico y melancólico entre su quietud, contemplación, música, odisea, y su aspect ratio; todo para emocionar lenta y sorpresivamente.
Alguien debería llamar a Zvyagintsev y preguntarle si está bien. Con espíritus tan desalmados, fríos, e impacientes, esto es una depresión que te va a nublar el más soleado de tus días. La idea aterroriza tanto como entumece: como crítica a la sociedad rusa es visceral, pero el todo es monótono y gris; incluso si sus particularidades fotográficas, musicales, y actorales son bien ricas.
Lanthimos, como Keoghan aquí, siempre se siente en casa destruyendo familias de formas terribles. Perversa y enigmática en esta era del cuestionamiento a la ciencia; es una propuesta que bien puede ser díficil de tragar, pero esta es una pesadilla: carente de lógica, pero así perfora tu mente. Dicho eso, esta inexpresividad actoral arriesga el caer en la monotonía.
Harto ha cambiado desde la original, y el tema no podría ser más urgente. Dicho eso, esto nunca se aleja mucho del "te lo dije". Menos anecdótica y personal que la previa, ahora se reduce demasiado a una instancia sin ramificarse. Te pone al día con nuevas estadísticas e imágenes, pero siempre optativa como un anexo. Para los chilenos su buen optimismo, eso sí.
Al menos en el actual clima sociopolítico brinda su catarsis, pero quién mucho abarca poco aprieta: cuenta con aristas de deporte, sexualidad, feminismo, y vida en pareja, pero no están muy bien conjugadas o profundizadas. Repasa más que estudia. Aún así, Emma Stone y un reparto de los mejores de la TV brindan un fuerte carisma, y ese vestuario se echa de menos en el tenis actual.
Bigelow, tan experta en el protocolo, finalmente decide irse a la cresta con un fulminante y rabioso rugido. Contenida a presión, desesperada por piedad, y aún así inquebrantable, es un feroz retrato a las violentos descaros de América; sus conflictos éticos; y sus repercusiones personales. Will Pouter está para las pesadillas, y John Boyega y Algee Smith sobresalen por su temple en el caos.
Jolie va encontrando su voz como directora y la aprovecha. Los horrores semi-explicados, el martilleo de la indoctrinación, y esta perspectiva infantil duelen cada vez más, siempre aprovechando lo genuino de la actuación no profesional y sin irse por ramas demasiado gráficas -- aunque por eso mismo entumece más que aturde: se limita demasiado, y nunca va demasido lejos.
Dada la reciente volatidad de DC, esta estabilidad es apreciable. No será nada nuevo (Marvel ya hizo esto al menos tres veces), pero es un rato sencillo, sin esos simbolismos apoteósicos o personajes aberrantes. Sin mayores ambiciones o giros, esta liga finalmente se compra el cuento y hace la pega, aunque Aquaman deje con gusto a poco. Y como vengo diciendo: Ezra Miller, MVP.
Nada nuevo para los Coens de por sí (¿cuántas veces hay que rehacer Fargo?), pero es interesante ver a Clooney siendo así de conceptual. Conspira sin piedad, pero fuera de ello es un estudio a las hipocresías autodestructivas de la cultura americana blanca; y como una hilera de dominós, ver cómo tanto lujo se desploma con tanta inevitabilidad hipnotiza. ¿Presumida? Bueno... es Clooney.
Sí, dénle el Óscar por "Recuérdame", pero de lo demás va a costar acordarse. Abusa de las coincidencias, las conveniencias, y la exposición para contar una trama ya vista pero ahora disfrazada a la fuerza de México. ¿Emociona? sí, es Pixar; pero vaya forma de sentirse todo tan limitado: hay dos universos muy vibrantes y totalmente explorables aquí, pero en ambos se contenta con lo más obvio.
¿Quizás debería haber sido una mini-serie? Esto necesitó más detenimiento: los personajes y las deducciones se sienten inverosímiles e intercambiables; y eso que te avalancha con información. Nada realmente engancha aquí, y está incómodamente entre una comedia y un drama. Al menos visualmente destaca: ambientada en dos vagones, evita con lujo el sentirse claustrofóbica.
Puede ser que Marvel le esté dando mucho a la comedia, pero con su espectacular tino anti-climático sería ingrato quejarse. La mejor de Thor es poco decir; que también es de las más crecidas y carismáticas del MCU (cómo no serlo con Blanchett y Goldblum, pues). Aquí también se nota que vamos para los 10 años de Marvel: esto es deliciosamente meta. Tantas referencias, todas geniales.
"Manners maketh man", pero también mucho manners restrainteth movie. Se pierde el áspero y callejero carisma original a cambio de un reparto calibre Soderbergh que no tiene mucho qué hacer: Tatum, Berry, Bridges existen y ya. Un preámbulo para la tercera, más que nada. Al menos los sets están geniales; y sí, necesitamos más filmes con Julianne Moore como villana.
Una sincerísima tesis en forma de oda; aunque su técnica es más choreza que aporte. Te puedes perder en la exquisitez del óleo y las referencias, pero el guión es muy forzosa y metódicamente de detectives. Cada interacción implica testimonio, a tal punto que ellos importan más que los mismos personajes. Igual, cómo decirle que no a este museo animado: la choreza vale la entrada.
Si crees que esto es lo peor ha salido del cine chileno (del cual ni es), has vivido cómodamente. Decente y despreocupada como el cómic: aprovecha este clásico diseño de personajes para un humor rápido y ligero; y si la ves en Chile, sus chilenismos son apreciables. El guión... es Condorito, eso sí: predecible y formulaico, pero es al punto. No se distrae ni obstruye.
O qué tal si El Abrazo de la Serpiente fuese rehecha por Tom Hooper o Joe Wright -- hay peores ideas, pero el prestigio le resta impacto a este salvajismo. A lo largo de décadas (casi imperceptibles), continentes, y ambiciones, Hunnam atrae con gallardía y el camaleónico Pattinson sorprende; pero al estar más enfocada en su puesta en escena, nadie sinceramente destaca.
Fácilmente una de las mejores secuelas de todos los tiempos. Sí, requiere ver la original, pero esta expansión hace que el culto se transforme en una épica incuestionable. En esta edad del smog, la sobrepoblación y el desmesurado consumismo tecnológico, esta búsqueda espiritual te deslumbra con puro hormigón, óxido y luz; y te duele y refresca como una catarsis. Sublime.
De torpezas sociales entrañables y románticamente agridulce con sus choques de expectativa y realidad; pero en cuanto a sus conflictos, esto presenta más respuestas que preguntas. Tiene su aire optimista y enamoradizo que lo resuelve todo, pero deja algunos dilemas demasiado obvios sin atender. Sin embargo, es de una química para recordar; y cómo da gusto volver a ver a Ray Romano.
Placentera e inofensiva, pero cómo se le nota a LEGO que cada vez tiene menos razón para hacer estas películas. No sólo la estética está mínimamente justificada, sino que ya son tres películas masticando las mismas ideas -- y tras dos en un año, esto ya perdió el sabor. Aún así, sí, hay peores formas de pasar el rato. Entretiene sin exigir o exigirse. Para los más chicos.
Qué ambiciosa decepción. Nunca antes me había sentido tan incómodo en el cine: esta permanente cámara en tu cara, este abuso de tu espacio personal, este incesante descontrol, estas ansias post-función de evadir la muchedumbre... pero su hambre de metáfora lo arruina todo. Transforma una premisa enigmática en un discurso existencial violentísimo y cruel, pero aún así flojísimo y monótono.
Estos sí que son mis ochentas: desteñidos, codiciosos, ridículamente arriesgados y con una sonrisa casi intachable. Tom Cruise aprovecha la experiencia en acción de sus años mozos y su carisma nato, experto en la falsa confianza, para dar con este vertiginoso zigzag de pocas palabras donde la edición es la que de verdad habla; y tan absurda que obviamente está basada en hechos reales.
Más divertida que terrorífica, pero hey: aún así es un muy buen rato. Con un reparto prometedor y un macabro festín para los ojos, devuelve a la vida a este ícono de la nostalgia sin olvidarse del kitsch, rebotando entre secuencias espeluznantes y chistes fraternalmente ochenteros. Se echan de menos las sombrías sutilezas del género, pero esto está siempre en su máxima expresión y se le perdona.
¡Los ochenta! y eso es todo. Cuando estás ni fu ni fa con Theron, McAvoy o Goodman en una cacería de intensísima acción, bajo un rosado y cian eléctrico, y al ritmo de lo mejor del new wave; algo está criminalmente mal aquí. Demasiado estilo, nula sustancia: los one-liners y el soundtrack vinieron primero, luego el diseño, y muy al final el guión. Aún así, ¿esos 10 minutos? Damn.
Engancha, pero sin dudas es más deprimente que buena. Diane Kruger está sobresaliente en estas quebrantadoras facetas, pero el guión es un telefilm. Apunta más al procedimiento que a la profundidad, y nunca se desvía de su pompa fúnebre. A ratos te roba el aliento y a otros te hierve la sangre con furia; pero la triste monotonía es permanente, y por ende, previsible. Josh Homme, imperceptible.
Estos guiones suelen estar más interesados en los corsets que en el texto, pero Coppola seduce deslizándose por casi todo género: el coming-of-age con una moraleja sobre el "otro" y la identidad de género, el romance prohibido en un cómicamente imposible octágono amoroso, y hasta un violento y corporal suspenso; este compacto reparto resulta cada vez más hipnotizante con cada giro.
Se calienta a fuego muy lento, pero apenas está lista es una delicia hogareña. Te levanta los ánimos con sus trasfondos topándose eventualmente en el primer plano y su determinación perenne en un mundo caótico; pero también con tanto bicho raro, tanta anacronía y una temple así de relajada, es un monstruo del deadpan. La mejor comedia que nunca se hizo en los 70s.
La Parks & Rec del mundo artístico -- al menos apreciaría una serie así, sobre los ridículos y la burocracia de la atención: lo absurdo que sonamos cuando la ansiamos, y lo absurdo que es cuando la ignoramos. Östlund hace de cada escena una avalancha: de la quietud a la furia, una nada; y después, la crisis existencial: ¿cómo chucha llegué aquí? Quizás muy estirada, eso sí: ¡>2 horas!
Muy superficial con sus aristas por todo su ir y venir; demasiado árida de diálogos o expresiones como para enganchar; y a ratos, pretenciosa con simbolismos. Mostrará sus dientes y llamará a la historia chilena con nombre y apellido en su desgarrador comienzo y final, pero eso hace del resto un inerte, tiesísimo relleno sobre el día a día. De temas más interesantes que sí misma, sin dudas.
Visualmente ambiciosa y con una infinidad de ideas, pero qué sustancia más mediocre. Químicas flácidas y eventualmente irritantes, un universo que abusa del "porque sí", y una trama que va del tributo al sci-fi al cliché vergonzoso del puro cansancio. Igual la verás: las TVs HD en los malls la usarán para presumir sus colores. O sea, para verla en mute.
No estará a la altura de la Cornetto Trilogy, pero es Wright: ir por la calle con in-ears jamás fue así de cool. Sobreexplica algunos puntos de su peculiaridad e ignora otros por su taciturnia, y se toma su buen tiempo en enganchar; pero cuando lo hace es otra zambullida más a un clásico género con acción a mil por hora y personajes entrañables -- hasta el espeluznantísimo Foxx, también.
Tierna y bien diseñada y actuada, ¿pero para quién es, realmente? Parece apuntar tanto a chicos como grandes, pero sus tonos corporativistas y violentos (por no hablar del lenguaje) pueden ser disuasivos para los primeros; y la inconsecuencia y sobresimpleza del guión pueden ser poco recompensantes para los segundos; y sea como sea, esta gentil anarquía puede ser insípida para cualquiera.
Video Brinquedo, tu nombre es Sony Animation. Cínica, condescendiente y muerta: tilda a los niños de zombies tecnológicos para luego hacer discursos triunfantes sobre el amor y la amistad; y su trama se preocupa más del product placement que de sus propios personajes, la audiencia, o siquiera los mismos teléfonos. Acorde a los tiempos que vivimos, eso sí: una aberración increíble.
Bélica, sí; pero horror le calza perfecto también. Esa moda que trivializa y glamoriza la guerra se viene abajo con esta taciturna, conmocionada, y espeluznante trifecta -- y todo desde el minuto 1 y sin una gota de sangre. Sólo edición, fotografía y sonido brillantes, y el poder del anonimato: no hay héroes ni villanos aquí. Sólo masas asfixiadas por la espera y lo invisible. De lujo.
Una romántica y melancólica mirada al alma de un virtuoso, donde la música, por más genial que sea, es positivamente lo de menos. Entrañable como la familia y de fascinantes conexiones humanas, es un viaje en búsqueda de estabilidad e identidad tras la irrupción de la muerte -- un lento catarsis que va a emocionar hasta al más férreo de los rockeros.
Csm... Black Mirror, pero boludisíma. Apunta al comentario social, pero se engolosina con sus propios delirios febriles. Diseña un mundo de ensueño tecnológico con puntos ciegos evidentísimos para todos menos sus usuarios. Conspira sólo para olvidarse de su propio giro. Todos en piloto automático aquí (¡hasta Coltrane!) -- al menos eso palia la nula motivación de sus personajes.
Dreamworks positivamente siendo sí mismo. Su mismo humor hiperkinético, mega infantil y lleno de referencias; pero ahora esto se siente orquestral: animada y editada como los dioses, es de una efervescencia y curiosidad que aprovecha cada locura posible sin desvirtuar, sorpresivamente dando con algo de seriedad y ternura entre tanto chiste de peo y poto.
Otra más donde Pixar se deja llevar por la melancolía y romanticismo del paso del tiempo, pero tenía que ser Cars, pues. Especialmente emotiva en sus tributos indirectos a Paul Newman, y más atinada con el humor al olvidarse de Mater y Cars 2; es un paseo cargado de energía y nostalgia, pero de mínima novedad de por sí -- lo cual es una lástima dado los carices de reinvención que ambiciona.
Un bajón de calidad que aún así es loable. La más atmosférica, la mejor visualizada y producida de toda la trilogía, pero de todos modos sus peores hábitos ya son adicciones: estos jamás han sido guiones de gran sentido, y aquí se nota. Te deja en el incómodo y contradictorio punto entre el admirarla por su ambición y el no poder apagar tu cerebro ante lo que sucede.
En un placentero y terrenal punto entre Superbad y Mirageman, pero sin dudas el producto de la prisa. Evita la redundancia del ser un reboot del reboot; pero abusa, más que recicla, químicas previamente vistas en Marvel al mismo tiempo que vuelve a desperdiciar un villano: Keaton y su look aportan, pero aún así es insustancial. Divierte más con carisma que con ingenio.
Genial no, pero piola. Finalmente se atreve a mandar a los Minions y su anónimo relleno a la periferia para concentrarse en los personajes que sí puede aprovechar: primero grosa, luego tierna; hay una madurez inevitable en estas personalidades -- y este guión les da el espacio suficiente para explorarse. Mil y un sub-tramas, eso sí. Casi todas tenuemente conectadas y sin terminar.
Esto tenía que ser una curiosidad divertidilla tipo Jonathan Dayton & Valerie Faris, y bastaba y sobraba; pero no. Toda entretención y humanidad se pierde a la mitad del asunto, con una súbita e intragable mezquindad y misoginia, y un exceso de violencia para algo tan ligero. Va de lo positivamente inexplicable a lo injustificablemente inexplicable. Hathaway está por sobre esto.
Mire, pero no toque: qué manera más frustrante de bordear el concepto sin jamás abordarlo, como hecha para la gente que le encanta The Walking Dead pero odia los zombies y el apocalipsis. Tensa pero mayormente impenetrable, muy bien fotografiada pero estéril emocionalmente, y con un clímax sólido pero inconsecuente. Hay una trama mucho mejor ocurriendo fuera de sí misma.
En un complicado punto entre el tomarse demasiado en serio y el ser más absurdo de lo que amerita: escenas demasiado sobrias y dramáticas contrapuestas con chistes bien bajos con los que la serie original jamás se molestó; y todo filmado oscurísimamente. ¿No que estos eran cinco chicos de vivos colores? Apenas los noto aquí y me piden distinguirle sus personalidades. Extinta.
Cómo te deja con estas preguntas imposibles de responder con tanta calidez y sinceridad. Nada fuera de lo normal aquí, los mismos deseos de salir adelante que todos tenemos; pero cómo duele el ver estas vidas fuera del control de quiénes las viven. Pero por lo mismo, cómo no verse en ellos y su forma de ser. Sin dudas de aquí va a salir una conversación que vale la pena tener.
Una excepción a la regla casi imposible de creer. Más que un borrón y cuenta nueva, esto es una tesis sobre todo lo que estaba mal en esta saga de DC, y cómo se puede arreglar punto por punto. Encantadora, cómica, carismática, vibrante, y de ojos bien abiertos y curiosos; le devuelve toda la empatía y heroísmo que este universo daba por perdido -- pateando mil culos, además.
Dead franchises tell no good tales, either. Bardem es trágicamente olvidable; Depp se limita a reciclar sus grandes y rayados éxitos; y los nuevos protagonistas son tan químicamente negativos que nunca dejan de sentirse anexos a la trama. Tan rellena que se toma mil años en llegar a altamar, y tan insegura que debe exponerte absolutamente todo.
La Bling Ring chilena, quizás, pero jamás se deja estar: una infecciosa bola de energía, actitud e identidad social; muy segura de sí misma a pesar de sus evidentes esquinas sin pulir. Será joven de alma con todo su humor, pretenciones y delirios de grandeza; pero es tan adulta sobre la división de clase que no se va a guardar nada, que cuando puede, te apuñala por la espalda.
